jueves, 31 de marzo de 2005

Carta abierta a Tomás

Hay días modorros como ovejas en los que sin motivo aparente, afloran las migrañas de los recuerdos de manera sorda, desmañada y un poco inconveniente, talmente como si fueran visitas intempestivas.
En esos días, siento algo muy parecido a pisar hojas secas sobre la grava mientras voy desgranando el sonido de esos momentos que regresan sin ser invitados y es un poco como si todavía caminásemos por las plazas de las catedrales de nuestras ciudades natales en los meses de otoño. Para mí resulta sencillo porque vivía cerca e imaginarlo, de momento, me cuesta poco.
Vuelvo por momentos a ser diminuto y a lamentar, probablemente sin motivo, las insensateces que dejé de hacer o las caricias que pasé por alto sin estrellar. Como si fuese ayer, vuelvo a lamentar todos los infinitos actos de cobardía. Pero es clero, porque siempre he tenido más de rumiador que de cazador y de un tiempo a estos días, tienen mejor prensa las causas perdidas, los héroes caídos, las voces silenciadas. Ya sabéis: El aura de la perdida, la dignidad altiva de la derrota.
Y con sorpresa en esos momentos, me veo acobardado nuevamente por mi madre que me sacude la badana con la zapatilla de goma y felpa por la última supuesta trastada. Y siento aún en el aire los graves comentarios de mi padre y su gusto por las comidas fritas y el aceite de oliva, en el que ensopaba pan. Y lamento olvidar a veces el sonido de su voz. Lloro por las voces que estoy olvidando cada día. Aunque las vuestras duelen más y lo sabéis.
Recuerdo también las comidas de domingos en familia en las que hablábamos indefectiblemente de política y pensaba menos todavía que ahora lo que decía y finalmente, de lo que terminaba hablando era un poco diferente a lo que diría ahora y sabes, me gustaría confesarte que en muchas cosas, tenías razón o al menos, que ahora pienso un poco como tú.
Imagino que te gustaría escucharlo. A mí, al menos, me agrada decírtelo. Decirte cosas como que por ejemplo los deseos irracionales hacen daño como pequeños alfileres, menos agudos quizás, es cierto, más como pequeñas astillas de palillo que punzan sin llegar a dañar y que provocan extraños placeres fruto de la soledad del conocimiento y ese afán vil e infantil y tan humano de dañar y no ser visto y sentir que estamos por encima de todas estas cosas y que somos un poco como pequeños dioses miserables. Y sobre todo lo anterior, decirte que cada momento pienso más en lo que quedará de mí del paso por este mundo, por esta vida, y que será de todas las impresiones recogidas en el tránsito y que incluso ya hoy olvido por momentos.
Supongo que sería agradable podértelo decir. Aunque nunca lo hicimos de esa manera cuando pudimos, para ser sinceros. Pero me gustaría poder decirte que añoro tus consejos que invento también ahora como hacía entonces.

miércoles, 30 de marzo de 2005

Treinta de marzo.

Me desayuno con la noticia de que un paisano en Barcelona almacenaba en su casa, como quien guarda sellos o atesora latas de cerveza, cientos de kilos de explosivos y detonadores. El interfecto se había percatado de que sobraban siempre pequeñas cantidades en los trabajos de demolición de las obras en las que trabajaba y claro, no están los tiempos para tirar nada. Esa cultura de no desaprovechar nada, mamada a los pechos de nuestras abuelas de posguerra es lo que tiene. Le ponemos afición, empezamos con unos tornillos encontrados en no se sabe donde y terminamos con la goma dos. Y vamos a ver, ¿Quien no se lleva unos bolígrafos a su casa?, ¿Quien no manga unos folios de vez en cuando? Gabelas, amigos, gabelas. Qué cosas.
Pero no acaba aquí la bobada, el siguiente sorbo del café me remonta a las alturas de la voluta de humo zen del valle de los caídos, decimoquinta sandez de lo prescindible y de lo accesorio (que por cierto, se visita bastante más que la ermita de Peñalba y ya es jodienda y analfabetismo, porque la megatumba es sobre todo fabula ingenieril y es a ellos a los que debiera interesar sobre todos los demás. Vamos que podríamos organizar una visita cultural de paso de ecuador a los esforzados ingenieros civiles en formación y con eso, a lo mejor cuela la reconversión y el lavado de imagen y el juego del despiste mediático)
¿Y que me dicen de la esposa del César? La que al parecer es honesta, cosa que no podemos decir de sus niñas que desvían aviones comerciales por eso de tomarse unas güiskises con unos colegas de la costa este. Pues bien, la madonna se nos ha marchado a Afganistán, por eso de ver los avances en materia de seguridad y en educación y en cualquiera de esas sandeces light que quedan tan requetebién en las portadas de los dominicales y hacen vender tantos discos y tantos libros y tantas revistas con eso de haber participado o apadrinado o esponsorizado o como demonios queramos decirlo, la bobada modal de turno. Es decir, prestar la jeta a cambio de minutos de gloria traducibles en euros de curso legal. Porque ahora la focalización informativa que decía el Marcuse nos dice que todo va muy bien en ciertas partes y muy mal en otras, cosa que siempre a pasado, solo que ahora a lo bestia, a lo bruto, a lo industrial y todo eso. Y en Afganistán, ahora toca bien y vale. Pues eso. Que Afganistán va bien.
Pero la mermelada de polvo y metal de los coches en el tráfico madrileño, tan insoportable como de costumbre me devuelve a la realidad cruenta de las obras permanentes, de las prisas obligadas y descorteses, de la falta de la mano de pintura del techo del baño y de que voy a llegar tarde otra vez y ya son dos en lo que llevo de semana.
Pero la verdad es que todo da lo mismo como dicen Manolo y Genís, que nada importa demasiado, que las cosas nos trascienden y nos arrollan pasándonos por encima y hay que hacer un esfuerzo para no olvidarlo. Por que de no hacer ese esfuerzo, amigos míos, nos liábamos la manta a la cabeza con los cordeles del amigo Carolino y ya vería la tropa, ya.

martes, 29 de marzo de 2005

Bienvenidos

Desde luego, esto tiene todo el aspecto de una salida masiva de los féretros, de una huida de la gusanera destrozando lápidas en la carrera, embarrando los rosales del camposanto y dando fuerte barrila a todos aquellos que tengan la degracia de permanecer despiertos a estas madrugadas de la vida adulta.
En fin, en fin... Cosas veredes... Animo para todos los grumetes, saludos a los nuevos amigos, abrazos a los incorruptos recuperados merced a la electrónica y buena travesía a todos. Lo que nos depare en parte, solo en parte, depende de nosotros.