jueves, 23 de noviembre de 2006

Generalidad XVII

En el centro del parque hay un gran arce blanco que habrá de medir unos treinta metros. Cerca, un pequeño pedestal de bronce dorado aventa a todo el que pasa: “Al Benemérito de las Américas”. El busto de oricalco tiene la barba del prócer cubierta de óxido verde y negro que da pena de ver. Se trata, al parecer, del excelentísimo señor don Benito Ramos en traje de cola, corbata de moño y polainas que obviamente no se ven pero se intuyen al igual que el índice de la inexistente mano derecha que apunta al oeste. Al que no le guste Ramos, ahí está el ferrocarril, parece decir señalando la estación del Norte, que pilla cerca.
Aquí sopla ese viento que da miedo, por marzo, por abril, tanto que muchas veces las gentes no han tenido más remedio que malvivir esperando acurrucados como bobos el autobús de línea que llega de Barcelona o de más al sur. Al fin, todos salen a los andenes cuando superan el miedo y lo hacen cargados de todas las esencias fragantes que hay en la tierra. Y las raíces, maderas o esencias de flores y frutos inundan las dársenas.
Es cosa de no ver como se escabullen y se incomodan con la fina arena que vuela veloz y te entra sin sentir en los ojos y la boca. Creanme si les digo que no distingues ni a dos metros. O te paras, o te estampas y te das en la madre. Tú decides.
Más tarde, ya en septiembre y octubre, viene a suceder lo mismo pero de otra manera, con otro almizcle y uno se la pasa mansamente masticando la arena de la primavera pasada y los recuerdos en estos días cortos se convierten en pequeños desiertos, con dunas y todo.
Y ya no digamos de aquellos portales en los que, adolescentes, nos despedíamos, de aquellas terrazas en la pérgola del Campo Grande, de las banquetas de falsa baquelita, de los museos varios y de todo eso que siempre está protegido con alarmas y a pesar de ello, nadie roba nunca.
Todo va más o menos así hasta cuando finalmente te vas a acostar y percibes que tu cuerpo extrañamente raspa contra las sábanas. Y sin remedio sientes que ya todo raspa y molesta en este tiempo detenido en el que habita desde hace mucho y de tan triste facha el maula inane de don Benito.