viernes, 28 de marzo de 2008

Generalidad XXXII

En democracia la propuesta de un partido mayoritario tiene que ser moderada, porque la mayoría de la sociedad lo es. Moderada no solo en las formas, sino en el fondo.
Esta es, o debiera ser, la esencia política de una sociedad desarrollada y libre.

martes, 25 de marzo de 2008

Antecedente XXIII

La lanza en tu costado no vierte agua.
Solo suave sangre coagulada que borbota.
Eres leve cataclismo que el filo embota.
Y si no otorgas paz. Al menos, tregua.

martes, 11 de marzo de 2008

Generalidad XXXI

Nadie hay tan vil que no aspire a disfrazarse.

lunes, 3 de marzo de 2008

Aguafuerte manchego con carretera de Tembleque a Lillo

Cuando el autobús terminó de alejarse quedó solo en la plaza de San Miguel, pero aún no sabía que se llamaba así.
No tardó demasiado en darse cuenta de que el ambiente era muy distinto al que venía acostumbrado.
Por lo pronto, hacía un calor del demonio que le pegaba en sudor la camisa a la espalda y al que no ayudaba en nada el fuerte viento cimarrón que arrastraba polvo de grano grueso que dañaba el rostro y hacía rodar los rastrojos. Talmente parecía el escenario de una vieja película del oeste. Pero los personajes no eran los mismos ni mucho menos.
En una esquina de la plaza, unos viejos apoyados en las garrotas le miraban de través con los ojillos achinados tras los terrones arrugados que tenían por mejillas. Inesperadamente, uno de ellos chilló - ¡Adiós! ¡Un churubisco! - No tenía claro si hablaba de él o no, pero se sintió en la necesidad de sonreír. Por si acaso.
Se acercó al grupo para no tener que hablar alto. - Buenos días. Buscaba la casa del señor Manso. - Los viejos se miraron y uno se sacó el mondadientes para hablar con extraña voz de picadura - La casa el Vito. Tira por ahí, detrás de la ermita chica. A tronzabarbecho, llegas antes.
Sin acabar de entender, enfiló hacia lo que parecía la ermita de la que hablaba el hombre. Al doblar la última casa que más asemejaba escombro, encaró la senda de concentración parcelaria que llevaba al destino. Tras lo que quedaba del lienzo de una vieja pared, unos chavales miraban embobados un quad que sacaba nubes de polvo dando vueltas tontamente en una era.
- ¡Papó que “tabaneo” el “tratol” chico! “Paice” un “alicótero” a rape terrón. - Los chicos ni le miraron al pasar.
Al doblar el pobre edificio, vio una casona blanca con patio y aljibe que supuso sería la que buscaba. La puerta estaba abierta, pero aún así dobló la madera con los nudillos. Una mujer grande como un buque insignia salió al zaguán desde lo que parecía ser la cocina. Llevaba una bata de florones azules y las carnes fofas coloradas por el calor. Le clavó los ojos interrogándolo sin hablar, mientras se secaba las manos con un mandilón.
- Buenos días. Soy Carlos, el hijo de Pepe - El silencio de incomprensión era incómodo y a su pesar, continuó aclarando para borrarlo cuanto antes - Pepe el jaro - No pudo decir más porque la doña se abalanzó propinándole dos sonoros besos en los carrillos.
- ¡Hermosooo! Dame un beso. Pasa, pasa a la cocina que estaba “fritendo” papas. Ahora preparo algo mientras se llega el Vito.
La cocina era una pequeña habitación rectangular de techos bajos con una mesa de formica en uno de los extremos tapada por un hule con dibujos de lo que parecían cluecas. La pila era enorme y estaba llena de perolas descascarilladas de color morado. El suelo de terrazo de piezas grandes tenía partes rotas llenas de arena que bailaban al pisarlas y hacían salir corriendo a las hormigas que vivían debajo.
Todo olía a los ajos que estaban colgados en la pared de unas alcayatas, a manteca de cerdo y a olivas. La seña señaló la mochila que llevaba al hombro, mientras le abría una botella de cerveza y le arrimaba un trozo de pan con un plato de embutidos.
- Apóyalo en el “almario”, hermoso.
- ¿Dónde esté el tío?
- Bajó a la bodega de laberuela. Ahora le mando llamar. Pero, calla y haz aprecio. - Le arrimó el plato aún más y le acercó un cuchillo. Por la puerta entró un rapaz de mata negra y ojos claros. Llevaba un canto en la mano y una gran mancha de barro en el pantalón corto - ¡Qué habrás liao. No sabís hacer na más que altares. Para quieto y vete a buscar al tio a laberuela. Pero tira. "¡¡Anda ligero!!": ¡¡correeeeeeee !!
Cuando el chico salía por el patio lanzó un cantazo a uno de los gatos que caminaban por la techumbre. Y de propina le estalló un petardo de culebrina para terminar de joder también a las gallinas que respondieron armando escandalera.
- ¡ Chiguitooo no tirís troneras! - El niño salió zumbando.
- ¡Vete a obrar, vieja! - Chilló.
Se acercó la cerveza a los labios y dio un trago. También estaba caliente. Todo lo estaba.