martes, 24 de marzo de 2009

Antecedente XXV (Yo antes molaba o Konchalov remedando a Trostky)

En unas pocas semanas nos precipitábamos en los exámenes finales. Y para se francos, nos temíamos ostias como panes. La sensación era un como así de de acojone permanente, pero la verdad es que aquello, por lo demás no nos motivaba ni lo más mínimo. Aquel día, como tantos otros, volvíamos a casa desde la biblioteca de la casa del estudiante y enfilábamos el Hidalgo por eso de tomar el primer clarete del día empujando un cuenquito de picada de tomate y pepino. Serian como las dos menos cuarto y hacía hambre. Miguelón se bebió el primer vaso de un solo trago como siempre. César, más conocido como el Cesárea, le miró con la cara de recriminación que siempre le ponía cuando lo hacía. Por cierto, que la cuadrilla le llamaba Cesárea porque se rumiaba que no había visto un orcate ni al nacer. Y debía ser cierto.
- Ya me estás poniendo la cara de bebes como un gocho. Y me jode que no veas.
- Es que es la verdad, Miguelón. Eres un puto panzas. Mira como te mira la barra.
- Me toca los huevos a mí la puta barra. – Miguelón pidió el segundo con un gesto de la mano y trincó la cazuela. – Tengo sed y no bebo como un maricón de bolera. Como tú, por ejemplo.
Cesárea iba a responder, pero le interrumpió Luisín. – Venga no deis por culo para un rato que estamos fuera de la biblioteca.
Luisín había repetido industriales y venía rebotado. Era algo mayor que los demás y aunque no tenía nada que ver con ello, le decían alternadamente Luisín o el Estribo. Lo primero por que pesaba los cien largos y lo segundo porque la peña se maliciaba que solo servía para meter la pata. Esto le jodía bastante y cuando iban todos tajados y alguno se le escapaba le ponía de un café con el que había que tener cuidado aunque solo fuera por el tonelaje de desplazamiento de la guantada.
Se sentaron en una de las mesas corridas de madera y pidieron una jarrita de cigales. Cesárea relleno los vasos. Todos estaban cansados de la mierda de la estadística inferencial y no quedaban ganas para hablar de casi nada. A lo más, levantaban la cara al paso de alguna potranca en minifalda. El verano ya empezaba imponer sus propios criterios que eran igual de inmutables y tal vez más que los de la estadística de los cojones.
De pronto, Luisín remedando a Trotsky se puso en pie con el rostro enjuto y pálido que obviamente no había tenido nunca y, con una falsa frialdad despectiva pero que daba un poco de miedo, proclamó: - Todos esos oportunistas pueden irse a tomar por el culo. ¿No veis que no son más que un desecho que la historia arrojará a la basura?- Los de la mesa de al lado, obviamente, flipaban. - En nombre del pueblo, nosotros los soviets tomamos el poder. ¿Y para qué? ¿Qué queda ahora de la bendita revolución de octubre? Una mierda. Eso es lo que queda.
- Parece mentira que desbarres de esta manera con dos vinos, Luisín. Además y hablando en serio, dudar del éxito industrial y científico que experimentó la URSS es negar la realidad. – Cesárea tenía un punto anarco que le salía sin mucho esfuerzo. Más o menos al primer cacharro.
Miguelón bebió otro sorbo y se arrancó. – Esto se pone bueno. No me niegues que cuando Kruschev proclamó a los cuatro vientos que la Unión Soviética tendría un orden de estado y sociedad superior al mundo capitalista al final de la década de los sesenta, algo no funcionó y el comunismo comenzó una barrena de la que no ha terminado de salir.
- No me jodas. Es un caso especial.
- Si claro, la URSS un caso especial. No me jodas. Todos los regímenes comunistas han tenido. – Y tienen apostilló Estribo. – Y tienen,- concedió Miguelón.- características en común: Al menos que recuerde a voz de pronto, centralización del poder, eliminación de los partidos políticos, ataques o eliminación de la religión y represión a los disidentes.
- Tócate los huevos. Como que el resto de los regímenes políticos no concentran el poder o reprimen a los que no bailan el agua.
- Pero la peña vive algo mejor. O mucho mejor incluso. Y no me compares los niveles de libertad individual. Las tesis consistían en que la revolución pondría fin a la opresión política, económica y cultural, y que el comunismo sería el futuro inevitable y deseable de la humanidad.
- ¿Y no pasó al principio?.
- No digo que no, pero lo que previeron fueron las divisiones internas y tan tempranas en el seno del comunismo internacional. Trotsky fue deportado, al margen de que luego le diesen matarile, la URSS condenó bien pronto la variante yugoslava, los chinos denunciaron a la cúpula del Kremlin por revisionistas, mientras que en España e Italia los partidos comunistas socavaron el modelo de la URSS con el eurocomunismo.
- ¿Y que demuestra que haya variantes? Nadie sostiene que Cuba se administre igual que Corea del Norte o que la vida en la URSS de Stalin no era igual que en el Chile de Allende. Lo que me jode es que ya nadie valora la importancia de lo hecho. Hoy la simpatía por el comunismo queda limitada a ciertos individuos o a grupos estudiantiles a los que se les pasará con el tiempo y por eso se les tolera. Pero sigo pensando que es injusto no reconocer que nada podría decirse sobre el mundo sin tener en cuenta el proyecto comunista. – Paró y miró a un pibón de los de derecho que entraba en ese momento con dos babosos y con la típica amiga callo. - Y no olvidemos que fue Marx quien avisó de los problemas de un capitalismo no regulado. – Pero lo dijo sin gran convicción sopesando mentalmente la nalgada.
- Es verdad, pero ya da igual. China hace mucho que tomo conciencia de su inmensa importancia y ha tomado otro rumbo. Cuba está embargada, lo que impide cualquier reforma real. No es desde luego el peor régimen comunista, no negaremos que lo conseguido en el modelo social general ha sido bastante impresionante si lo comparamos con otros países de su entorno…
- Estas de derecho están más buenas que la madre que las parió. – Cesárea acababa de dar un giro a la conversación que la mandaba al cuerno, pero todos lo agradecían. – Además a los comunistas les enseñaron a subestimar la capacidad de autorregulación del capitalismo y a exagerar el potencial de la clase obrera.
- Prisioneros de sus propios delirios.
- Está buena, pero yo me quedo con la de la minifalda roja de antes.
- Pues pa’ ti.
- Os va a dar lo mismo a los dos. – Miguelón dejó unas monedas y se levantó. – Me piro que mi madre luego me da el coñazo. ¿A qué hora vais?
- Yo he dejado las carpetas. No creo que las quite nadie. ¿Como a las cuatro?
- Vale. Luego nos vemos, maricas.
- Hasta luego. Bakunín. – Rieron.
- Que os den.