miércoles, 30 de marzo de 2005

Treinta de marzo.

Me desayuno con la noticia de que un paisano en Barcelona almacenaba en su casa, como quien guarda sellos o atesora latas de cerveza, cientos de kilos de explosivos y detonadores. El interfecto se había percatado de que sobraban siempre pequeñas cantidades en los trabajos de demolición de las obras en las que trabajaba y claro, no están los tiempos para tirar nada. Esa cultura de no desaprovechar nada, mamada a los pechos de nuestras abuelas de posguerra es lo que tiene. Le ponemos afición, empezamos con unos tornillos encontrados en no se sabe donde y terminamos con la goma dos. Y vamos a ver, ¿Quien no se lleva unos bolígrafos a su casa?, ¿Quien no manga unos folios de vez en cuando? Gabelas, amigos, gabelas. Qué cosas.
Pero no acaba aquí la bobada, el siguiente sorbo del café me remonta a las alturas de la voluta de humo zen del valle de los caídos, decimoquinta sandez de lo prescindible y de lo accesorio (que por cierto, se visita bastante más que la ermita de Peñalba y ya es jodienda y analfabetismo, porque la megatumba es sobre todo fabula ingenieril y es a ellos a los que debiera interesar sobre todos los demás. Vamos que podríamos organizar una visita cultural de paso de ecuador a los esforzados ingenieros civiles en formación y con eso, a lo mejor cuela la reconversión y el lavado de imagen y el juego del despiste mediático)
¿Y que me dicen de la esposa del César? La que al parecer es honesta, cosa que no podemos decir de sus niñas que desvían aviones comerciales por eso de tomarse unas güiskises con unos colegas de la costa este. Pues bien, la madonna se nos ha marchado a Afganistán, por eso de ver los avances en materia de seguridad y en educación y en cualquiera de esas sandeces light que quedan tan requetebién en las portadas de los dominicales y hacen vender tantos discos y tantos libros y tantas revistas con eso de haber participado o apadrinado o esponsorizado o como demonios queramos decirlo, la bobada modal de turno. Es decir, prestar la jeta a cambio de minutos de gloria traducibles en euros de curso legal. Porque ahora la focalización informativa que decía el Marcuse nos dice que todo va muy bien en ciertas partes y muy mal en otras, cosa que siempre a pasado, solo que ahora a lo bestia, a lo bruto, a lo industrial y todo eso. Y en Afganistán, ahora toca bien y vale. Pues eso. Que Afganistán va bien.
Pero la mermelada de polvo y metal de los coches en el tráfico madrileño, tan insoportable como de costumbre me devuelve a la realidad cruenta de las obras permanentes, de las prisas obligadas y descorteses, de la falta de la mano de pintura del techo del baño y de que voy a llegar tarde otra vez y ya son dos en lo que llevo de semana.
Pero la verdad es que todo da lo mismo como dicen Manolo y Genís, que nada importa demasiado, que las cosas nos trascienden y nos arrollan pasándonos por encima y hay que hacer un esfuerzo para no olvidarlo. Por que de no hacer ese esfuerzo, amigos míos, nos liábamos la manta a la cabeza con los cordeles del amigo Carolino y ya vería la tropa, ya.

2 comentarios:

Félix H. de Rojas / Félix Hernández de Rojas dijo...

Como quien bebe agua para sobrevivir y recupera sin querer la memoria del pasado.


Así me he sentido al leer tu texto.

¡¡ hay venenos salvajes más descafeinados !!

¡¡ Compañero, éste es el camino !!
¡¡ Bravo !! ¡¡ A seguir !!

Me alegro de haber recuperado tu voz.

Juan Carlos dijo...

Muy bueno, Fernando, se te lee con verdadero gusto y unos cuantos columnistas tendrían que aprender bastante de tu texto.
No sé con qué nos irás sorprendiendo pero esta veta punzante tuya está de rechupete.