viernes, 21 de septiembre de 2007

Generalidad XXVII

A menudo los discursos y las ideas que contienen son como los vehículos y las puertas de los garajes. Los primeros son cada día más grandes y las segundas, más pequeñas.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Mut bueno, que se lo digan a los ideologos de las juventudes socialistas. ¡Que amplitud, que seso!

Anónimo dijo...

Que se lo digan a los ideólogos de las juventudes de cualquier partido. O mejor, que se lo digan a los ideólogos de cualquier partido a secas.

Anónimo dijo...

Lo tremendo, a mi entender, no es que las ideas sean cada vez más pequeñas. Lo tremendo es que la ideología es única. Y no estoy hablando de un concepto nuevo que surge al lado de otros como “globalización”, o “el fin de la historia”. No. Desgraciadamente la ideología de las personas lleva siendo única desde el albor de los tiempos. La ideología imperante es el egoísmo. Me iba a inventar alguna palabreja graciosa, pero para qué, creo que es bueno llamar a las cosas por su nombre, más aún en estos tiempos de constantes y permanentes cortinas de humo.

Como buen castellano recurro al refranero para explicarme el mundo, y en esta ocasión, como en otras tantas, encuentro uno que me vale, a saber: cada cual arrima el ascua a su sardina. Pues eso. Ya está dicho todo.

De común nos encontramos biografías de tipos que de jóvenes fueron revolucionarios izquierdistas, de adultos de centro y de viejos de derechas (uso estos calificativos ideológicos para simplificar y no extender el discurso, aunque siempre he renegado de ellos). Se dice entonces que esa persona ha cambiado de ideología. Y dependiendo de quién lo diga, te dirá que ha madurado olvidando el idealismo propio de la juventud o que se ha vendido al poder establecido. No. Es mentira. Ese individuo no ha cambiado de ideología. Ese individuo siempre tuvo la misma. Su ideología es la de la mayoría de todos nosotros. Consiste en: a ver cómo me explico que a mi me vaya de puta madre. Lógicamente, cuando nada o poco se tiene, y se tienen pocas posibilidades de conseguirlo, características generalmente propias de la juventud, se quiere tener a toda costa, aunque para ello haya que quitárselo (o robárselo) a los que sí lo tienen, montando una revolución obrera si fuera menester. Y siguiendo con el argumento, cuando se tiene, cuando se ha acumulado a lo largo de los años, se quiere conservar y acrecentar lo poseído, siendo menos escrupulosos a la hora de tomar las medidas necesarias para conseguir tal fin.

Ya está. Ya está definida la ideología del 99% de la población mundial. Se llama egoísmo, y su complejo mecanismo de actuación consiste en que cada cual arrima el ascua a su sardina.

Así encontramos en el discurso habitual grandes incoherencias de todos los colores y todos los sabores. Vemos a progresistas alternativos con mansiones propias de terratenientes, eso sí, con ornamentaciones tribales. Vemos a liberales soslayando el sacrosanto principio de libre concurrencia cuando de defender lo suyo se trata. Vemos como se critica el nacionalismo ajeno (vasco, catalán, …) pero no el propio (español). Vemos como se defiende el laicismo del sistema educativo para vetar el velo islámico, pero sin embargo el principal “problema” que se supone que tiene la educación de este país, a juzgar por las pasiones que desata, es la asignatura de religión (católica). Vemos a líderes comunistas convertidos en dictadores fascistas. Vemos como se defienden los derechos de los obreros autóctonos a tener una vida material mejor, pero ese mismo derecho se niega a los obreros de los países en vías de desarrollo, a donde emigran las empresas aquí afincadas (como en su día aquí vinieron esas mismas empresas), y a eso se le llama competencia desleal. Vemos las mafias que traen aquí los inmigrantes, pero nada se dice de las mafias que les contratan a precio puta y sin papeles. Vemos tantas cosas…

Lo que me resulta cansino son las horas y horas que se gastan en tertulias en hablar de diferencias que realmente no existen. De defender posturas aparentemente encontradas. De hablar de bobadas. De debatir sobre humo.

Y en este mundo estamos, Fernando. Y esto no lo va a leer nadie más que tú y yo. Y a nadie le importa. Y seguiremos escuchando a nuestros políticos, y seguiremos hablando en los bares, y seguiremos leyendo la prensa… Y no se dirá nada nuevo. Y las palabras no contendrán nada más que egoísmo.

No me extiendo más, aunque sé que me dejo cosas en el tintero. Mejor. Así tendremos otras ocasiones para charlar.

Fernando Díaz dijo...

¡Hay que ver como has regresado! De lo más parduzco, tirando a negro. Hay que buscar ocasión para charlar de lo que esbozas.
Un abrazo,

Anónimo dijo...

Eso espero, que sea pesimismo y no constatación de la realidad. Pero mi experiencia me dice que la gran mayoría de los casos detrás de un argumento ideológico busca siempre un interés material, de defensa de lo que se tiene o de apropiación de lo que no se tiene. Lo que dudo es que siempre se haga de forma plenamente consciente, es más, muchos se lo creen, bien sabemos que a la hora de crear justificaciones el hombre es todo un especialista, además las personas no son procesadores pentium, sus adaptaciones a la realidad no son matemáticas, sucede que necesitamos creernos que somos de tal o cual ideología, aunque actuamos como lo haría cualquiera que defendiera la contraria, pero eso, esa realidad, no podemos decírnosla tal cual, no la soportaríamos. Imagino que lo que se hace es navegar por ese narcótico nivel de la conciencia en el que uno no sabe lo que no quiere saber. Consecuencia de esto son las incoherencias, de las cuales nombré algunas en mi anterior intervención. Porque claro, uno puede justificarse algo, y que a él le sirve para acallar su conciencia, pero que se engañe a si mismo no quiere decir que engañe a los demás, y claro, los demás se dan cuenta de las incoherencias…

No lo he dicho antes porque creo que no es necesario, pero por supuesto que entiendo que se caiga en esas incoherencias, y yo también lo hago. Lo que pienso es que es sano el reconocerlo. O si no sano, para avanzar hay que saber de donde se parte, si se parte de una mentira lo más probable es llegar a otra mentira.

Pero la causa de esta segunda intervención era no dejar pasar un apunte sobre el egoísmo, que creo importante decir, y que sería injusto dejar en el tintero. He dicho que la ideología de la gente es el egoísmo, y que luego cada uno se lo edulcora como quiere para poder tragarlo mejor. Pero sería injusto dejar al egoísmo con ese sambenito malvado únicamente colgado. No es menos cierto que es precisamente el egoísmo la gasolina que alimenta el motor de lo que se llama progreso. El egoísmo es la energía que alimenta el sistema y que nos ha permitido llegar a los niveles de bienestar y conocimiento actuales. ¿Eso quiere decir que el egoísmo es bueno? No. Eso quiere decir que el egoísmo es necesario. O al menos de momento. El egoísmo es una fuente de energía, su problema es que es altamente contaminante, y en estado puro su poder de destrucción es inmenso. Por eso se inventó el ordenamiento jurídico, para mantener a la fiera encerrada, para tratar los residuos de esa energía que tanto nos ayuda. ¿Sería posible alcanzar los mismos logros de bienestar material e intelectual con otro tipo de energía menos contaminante? ¿Es el amor esa energía inagotable y sin residuos? De eso llevan años intentando convencernos muchas religiones, de que es el amor (llamado éste de muchas manera: armonía, fraternidad, comunidad,…) la energía que debe de mover nuestros motores, sin embargo, aunque sí parece que lo aplican ciertas personas, no es el amor, el desinterés, lo que motiva las actuaciones y las ideologías de la mayoría de las personas, eso es al menos lo que a mi me parece. ¿Existe una fuente de energía alternativa al egoísmo? ¿O como no existe estamos condenados a inventar mecanismos cada vez más sofisticados para contener y encauzar su poder para que no nos acabe destruyendo?

Cualquier estudiante de primero de filosofía me diría que soy marxista, pues tengo una interpretación materialista de la historia. A lo mejor es cierto. Me gustaría tener un debate sobre qué otras motivaciones mueve al hombre (realmente) además de la buchaca. Puede que sí las haya, pero puede que todas se olvidan cuando son las tripas las que suenan. Siguiendo con esto del marxismo, otra cosa que me hace gracia de estos tiempos, es que los mismos que te gritan que Marx a muerto, lo exhiben sin pudor en sus discursos, defendiendo el materialismo histórico en sus argumentos, pues las justificaciones de sus ideas y de las medidas que creen se deben tomar, son precisamente de índole económica y de bienestar material en un 90%, y en ese sentido son esencialmente marxistas... Y a la izquierda, a la izquierda simplemente le paso por encima el bienestar material conseguido para la sociedad por su gran enemigo (el capital); ha visto como el odiado enemigo se ha convertido en el gran benefactor (si olvidar los logros de la lucha obrera, pero bueno, no me quiero extender), y se ha quedado sin saber qué decir desde hace ya mucho tiempo.

Bueno… Creo que ya me he desahogado…