martes, 16 de marzo de 2010

La Dilapidada Vida de Simón Cuchito (Capítulo 5)

Recuerdo que salimos a la calle bien de atardecida. Dejamos la piecita en el barrio del puerto que tenía Luis Felipe, por buen nombre el niño, pasadas las diez y con la mirada, todos nosotros, más que turbia. El saloncito del apartamento nos había servido en no pocas ocasiones para ocultar nuestras galeradas y esta era una más.
Salimos a la calle, pues, la cuadrilla de rigor. A saber Pedro Carmona, Justo Aroca que era el mayor de todos, Pedro Legazpi, el citado Luis Felipe y yo mismo.
La plazas estaban llenas de indios, negros y mestizos de toda casta, llenos de ganas de festejar y cubiertos de sudor. La fiesta que se vivía en los arrabales parecía ser el reflejo de un difícil sincretismo en donde los bailes, la música y los siempre extraños rituales indígenas se expresaban al tiempo en imágenes cristianas a las que, solo en apariencia, parecían rendir culto.
Sin embargo, bajo la imagen seglar se desplegaba a sus anchas el animismo andino a través de los ritos sobre la muerte que formaban la principal razón de ser de la fiesta. La muerte que no está todavía, pero que añade la cúrcuma a una vida que todavía lo invade todo. Y no saber por cuanto excita y aterra al tiempo.
A donde vamos
La plaza del Callao estará bien. Y cerca está la taberna del Comesaña.
No quería ir a la taberna. La última vez pleiteé con Ramiro Bedia y no tenía ganas de verle de nuevo. Lo de su hermana no había pasado de par de bailes en la puesta de largo del año pasado, pero el cabrón pensaba desde entonces que Rosita estaba poco menos que comprometida o deshonrada. Mientras los botines golpeaban los adoquines de manera desacompasada creo que hablé sobre la turbamulta sin querer dar demasiada importancia.
Vamos mejor a la plaza del mercado.
Los indios lo llenan todo de huesos y da asco. Al Callao
Al Callao, coño.
A juzgar por el grito estentóreo, el Carmona iba severamente bebido.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ya era hora....

La Heredera

Anónimo dijo...

Ufff, que público más exigente. Pocos pero duros. Ja, ja