lunes, 11 de abril de 2005

Generalidad II

Cuando escuchamos que determinada cuestión pública se encuentra politizada, entendemos que se trata de una situación desafortunada en el mejor de los casos y malsana en muchos de ellos, algo que pervierte la esencia misma de la situación original y que la tizna de hollines impuros y mercenarios.
No tenemos que viajar en el tiempo muy atrás para encontrarnos en nuestros lares con casos señeros, profundos o livianos, que de todos ellos se puede hacer empanada: Las asociaciones de víctimas del terrorismo, los médicos madrileños administradores de descanso eterno, las películas de Amenabar o de Medem, la liga de fútbol, etc.
En mi opinión, se trata de un error de incorrección lingüística. Si partimos de la etimología de la palabra política, no parece malo, ni aún incorrecto que algo se politice. Es más, parece bastante natural y saludable. La RAE nos dice que lo político además de cortesía fría y algo descafeinada, es el deseo o la acción de intervenir en las cosas del gobierno y negocios del Estado; la actividad del ciudadano cuando interviene en los asuntos públicos con su opinión, con su voto, o de cualquier otro modo. Dicho de otra manera, cuando expresamos la opinión, más o menos cualificada, estamos desarrollando actividad política. Y en ningún momento se determina que el foro, el medio de difusión o la localización espacial añadan validez o calidad a la intervención, que denominamos pues, política en toda su justa extensión.
A mi juicio, lo que se quiere expresar no es, por tanto, la politización, sino, si se me permite el término, la “partidización”, esto es, el uso interesado y sectario de las realidades en aras de obtener réditos o beneficios particulares desde un grupo, ideología o partido político determinado.
Añadir, final y tristemente, que el uso de las realidades de modo tan espurio, elimina la credibilidad de los dirigentes, mina la confianza en los modos de gobierno y cabrea en general al personal provocando desafección y pasotismo generalizado con la res pública, es de obvio, digno de Perogrullo.

7 comentarios:

Félix H. de Rojas / Félix Hernández de Rojas dijo...

Quiero quitarme de la TV. ¿Sabes...? Es cosa mala... los noticiarios, los debates... aún espero que dos bandos se miren a la cara y confluyan sus opiniones.
Si por una vez dijeran que están de acuerdo...

Me gusta esta línea de opinión tuya.

GVG dijo...

Hacer política decían los griegos, pero para eso hay que haber cultivado esa categoría de valores. En el Hombre Productor Consumidor, el grupo de valores políticos se encuentra constreñido por el núcleo duro que sólo busca el placer egoísta de cada uno y la economía, dicho de otro, en vez de reflexionar e intentar demostrar porque se producen los problemas y buscar estudiar las soluciones, se busca el placer de destruir aunque sea un poco al oponente (es como el futbol da más morbo ver humillado al rival que buen juego del equipo propio)La TV tiene ese morbo para la plebe, se está convirtiendo el el circo romano de hoy, en los Estados Unidos se consiguió pasar de una TV general a una muchísimo más radicalizada en sus extremos que la nuestra y que gusta más a cada capa de la sociedad. Yo veo poca TV, pero eso no quiere decir que no sepa el tipo de tele que tenemos, un reflejo de nuestra sociedad.
Buena generalidad, creo que me voy a animar a sacar un artículo por el blog que escribí hace muy poco para propia reflexión...de esos que dejan claro que hay que hablar de política.

Juan Carlos dijo...

Encima nos solemos escudar en que nuestro carácter de españoles nos hace más beligerantes, más partidistas, una sonrisita y nos quedamos tan a gusto. Porque es duro trabajar en fundamentar con rigor las opiniones, en madurar el respeto al otro, al que debemos, en un primer momento, valorar potencialmente en su inteligencia y en la responsabilidad asumida en lo que dice o hace. Ya habrá tiempo para descalificarle si así lo merece. Pero es más gustoso juzgar de forma rápida y egoísta, depositando nuestro granito de arena en el "todo vale".

Fernando Díaz dijo...

Es curioso, pero a medida que voy leyendo más comentarios y más textos vuestros (curioso modo este de recuperar el conocimiento a través de esta relación epistolar postmoderna) creo que cada vez nos unen más cosas. Es como si las evoluciones personales hubiesen sido dispares y congruentes, asintóticas en el infinito. Tenemos más en común que cuando teníamos veinte años. Es curioso. Y estimulante para el proyecto, la verdad.
Un saludo.

GVG dijo...

Pues Fernando tienes bastante razón. Tus escritos de ahora conectan con mi actual forma de pensar, y allá por nuestra prehistoria manteníamos todos diferentes postulados más o menos matizados. Hay que decir, por ejemplo a Eladio fue lo que más le llamo la atención de todos, que siempre mantuvimos un espíritu libre de diálogo y de escuchar a los otros incluso sabiendo que pensaban de manera diferente, yo creo que incluso nos gustaba esa pimienta de la discusión entonces. Ahora veo más potencialidad en nuestras maduraciones, en las de todos al mismo tiempo, para hacer algo nuevo y para aprender unos de otros.

El paso del ciempiés dijo...

Lo mismo comentábamos ayer, que el peligro de lo que has atinado en llamar partidismo está en que elimina la validez de las opiniones. Discutíamos, sigo discutiéndome si es malo que los "intelectuales" hagan política. Creo que es natural que cada uno exprese a través de su arte sus inquietudes sociales, lo malo es cuando bien ellos mismos, bien los demás, colocan la etiqueta del partido, porque a partir de ese momento todo lo que digan pierde validez: "sí, pero ya sabemos que éste es de... " Juan Carlos lo ha expresado mucho mejor.

GVG dijo...

¿El papel del intelectual? Si calla, ya no es intelectual, o se ocupa sólo de problemas metafísicos y nunca sociales, si habla se convierte en:"este es del..."Es un círculo vicioso que ayuda a no pensar y a anestesiar a las sociedades. Ya se encarga la televisión de hacer de gran intelectual con sus comentaristas a sueldo del gran mass media de turno.