lunes, 7 de marzo de 2011

La Dilapidada Vida de Simón Cuchito (Capítulo 20)

El salón era una enorme sala de piedra y mampostería encalada y traspasada por pequeños vanos con contraventanas de madera. Varias arañas de bronce colgaban del techo llenas de velones y pequeñas hachas de cera encendidas. Quedaban extrañamente suspendidas a menos de dos metros del suelo y daban una luz agradable y danzarina.

Si las bajábamos menos el techo se ennegrecía.

La que hablaba era, lo supe luego, doña Mercedita, la mujer de don Juan. La señora de Doñoro era una mujer, pequeña, de pelo negro y alguna cana que pintaría con cuidada coquetería alguna de sus mucamas. Tenía los ojos gatunos y aunque pasaba ciertamente de los sesenta conservaba una feminidad europea que se encargaba de aventar. Era una de esas mujeres maternales, castísimas, perfectas. Las pestañas todavía largas y años atrás, seguro que, pesadas, escondiendo anzuelos sin cebar.

Rodeándola, cuatro de sus cinco hijos, todas las mujeres. Con sus mismos ojos todas menos la menor. Era algo extraño. Como ver variaciones de la misma mujer.

Mi hijo Juan está en Buenos Aires, volverá la semana próxima y podrá conocerle. Seguro que estará encantando de charlar con usted y se harán buenos amigos.

Saludé a todas ellas, besando sus manos enguantadas, incapaz por completo de memorizar los nombres. Alguien me puso en la mano una copa de agua que agradecí. Debía parecer completamente alelado porque la señora miró a su esposo en una seña de inteligencia y la reunión terminó.

Estará cansado. Dimas le enseñará su habitación. Descanse hasta mañana si quiere. Le prepararán un baño y le subirán algo de cena.

Seguí al viejo de pelo cano en su caminar arrastrado por las escaleras hacia la segunda planta y entré en una habitación de madera y cortinas blancas que olía a flores secas y a frutillas. En la pequeña estancia aneja se adivinaba tras la puerta abierta una pequeña bañera de latón blanco sobre cuatro patas de león. Sobre la cama descansaba mi bolsa de cuero.

Ciertamente, era mi nuevo hogar.

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