viernes, 29 de abril de 2005

Antecedente II

Incumplimos insistentemente las reglas elementales de la dialéctica. La norma básica para poder debatir es, sin duda, estar dispuesto a perder. “Fair play”, vamos. Es decir, entrar en el diálogo de manera limpia, permitiendo al otro que nos fecunde con las certezas, si es que tiene la suerte de poseerlas, haciéndonos permeables a nuevas realidades, a ser mejores gracias a la verdad, que al parecer nos hace libres.
Lo cierto es que entramos a debatir con el convencimiento inicial de que nadie nos va a mover ni un ápice de nuestras posiciones, de que todas las opiniones valen lo mismo, de que el criterio debe ser un cierto tipo de coleóptero que habita en las estribaciones del Himalaya y de que, cuando pedimos consejo, decimos, la mayor parte de las veces, dime tan solo aquello que quiero oír.

1 comentarios:

El paso del ciempiés dijo...

¿Inherente al ser humano? Aunque aquí hay clases y categorías, recuerdo la discusión con el dueño de un bar aquí en Madrid. El tipo era extremeño,y lo catálán le olía a chamusquina. Sin haber pisado aquella región ni molestarse lo más mínimo en conocerla juraba y perjuraba que no tenían especialidades gastronómicas propias. El mismo que se hacía cruces al oir hablar del País Vasco y aseguraba que todos los inmigranes eran unos delincuentes. Parece un deporte nacional el ser cuadriculado, cuantas más opiniones inamovibles, mejor. Opiniones que se alimentan de prejuicios y generalidades...

Vaya discurso en un momento.