miércoles, 6 de abril de 2005

Elogio a la mentira

Defiendo la mentira como método de autodefensa, como arte marcial, como rito de iniciación para una vida más profunda, más amable.
Abogo por la mentira que nace oficiosa y envejece transustanciada en escudo frente a la sinceridad brutal, insensata, dañadora y egoísta.
Defino mi mentira como hija, primogénita pero natural, de la imaginación cuando se desborda, como refugio de la soledad indeseada, como acomodo terrenal de los sueños, como matarife de miedos, como robadora de besos niños.
Prefiero con mucho la mentira que alienta, que estimula a una vida más perfecta, más plena como se hace con el infante en su desarrollo.
De todas ellas, me quedo con la que descerraja puertas para encontrase de bruce con la extrañeza, la sorpresa o la admiración que ella misma ha provocado.
Amo la mentira que persigue objetivos inalcanzables, que libera, que atempera, que cae bien como lo hacen las buenas telas. Amo la mentira elaborada, urdida hasta sus últimos resquicios, teniendo en cuenta las más insospechadas consecuencias. Amo al fantaseador de guante blanco, incruento y feliz, al mentiroso cojo a la carrera y al socaire de sus perseguidores. Amo la mentira engalanada, ufana, triunfante, airosa, atrevida y exhibicionista, a la mentira educada, temerosa de ofender, plena de piedades, virtuosa en la desgracia de su nacimiento desvaído e incómodo.
Deseo el embuste estimulante, la realidad paralela y feliz, la soledad tumultuosa del mentiroso, la discordia que provocan sus múltiples lecturas, los ardides de la procacidad, el doblez permisivo de las realidades confusas provocadas por su presencia.
Detesto a los necios, a los semicultos que hacen de su sinceridad, que no es más que su subjetiva manera de ver el mundo, un modo de agresión permitida. A los que hacen de su opinión pedrea de inocentes, lamento de débiles.
Abogo por un mundo de falsos pacíficos, de mentirosos letrados, de falsos felices, de fabuladores amistosos, en el que los sinceros arrepentidos de sí mismos y amables al fin, inunden las calles enarbolando mentiras frescas como frutas de una primavera eterna con la que regalarán oídos, vanidades y sentidos.

2 comentarios:

GVG dijo...

Redondo, redondo en su ritmo y tema Fernando. Además el tema es tan estimulante como la forma de escribirlo, esto es como regalarnos unos a otros buenas pildoras de literatura.

Juan Carlos dijo...

¿Qué puede decirte el urdidor de embustes? Este tema da para océanos mentales. Gracias, otra vez.