lunes, 11 de julio de 2005

Los sueños son mis cadenas

¿Qué mundo es éste, que circo, qué manicomio, qué lugar absurdo para utopías?
Dame un beso mientras, aquí, en la palma de la mano zurda, para conservarlo intacto con el pulso acelerado. Envíame si te acuerdas aquel último recuerdo que retuve fugaz ya de madrugada. Algo tenía sentido al menos en aquellos instantes de ingenuidad y fé desangelada. Algo, de vez en cuando, nos golpeaba con violencia y nos despertaba. Había novedades personales, mundos nuevos, camisas de estreno, domingos de ramos a diario, de aquellos en los que si no estrenabas perdías las manos.
¿Qué mundo es éste, qué circo, qué manicomio, qué absurdo lugar para utopías?
La realidad que observo está llena de mentiras tan bien hilvanadas, tan convincentes, tan bellamente urdidas que enamoran. Venden paraísos de nuestras infancias y regalan tarjetas de puntos para comprar cafeteras o noches de desolación y huida en cadenas hoteleras. No puedo controlarme y creo en ellas aún cuando sé que tienen dentro carne putrefacta. A veces, cierro los ojos. Prefiero en esos momentos tan sólo el perfume elemental de mi yo simple. Pero la realidad se impone.
En la mesa de al lado, mientras, un respetable médico que conozco vagamente de tomar café, se siente irremediablemente atraído por una camarera malhablada. Cosas parecidas han pasado siempre. No es menos cierto que las niñas bien ya no se van de casa con extremistas a los diecisiete. Nadie recuerda demasiado a la banda de Baader, ni a los aschram de Calcuta. En las esquinas las gentes se fuman tratados de psiquiatría y bachilleratos por correspondencia mezclados con chinas que están sobradas para hacer trompetas. En los juicios populares desaparecen las pruebas, ex-alumnos de colegios de curas se van de putas para poder hablar con alguien y hasta el brazo de la santa dicen que es corrupto.
¿Qué mundo es éste, qué circo, qué manicomio, qué lugar para utopías?
Entre los besos de los amantes se extiende el ácido de los días del mañana. Los niños juegan con casas de muñecas bañadas en sangre, bandas de simples vagan por las calles armados con pistolas y con necedades y se nos pide que respetemos el discurso.
¡¡ No me fastidies con tus grandes ideas!! No las quiero; están bien para llenar tardes de tertulia, pero la vida está fuera, entre las bocas de metro y los perros en los parques.
Para colmo solo me dais a cambio desengaño y espejismos. Todo es ya simulacro, todo muerte fingida. Todo es broma.
Pero, ¿qué clase de mundo es éste, qué circo de incongruencias, en qué extraña atracción estamos y a quién demonios divertimos?
Los niños miran monitores de vídeo, cuando las comadronas les palmean las nalgas como se hacía miles de años antes. Es toda la similitud. Si pudiesen enfocar la mirada verían plástico y metal frío y volverían al interior de su madre. No me cabe duda.
Las utopías son césped diamantino que debemos segar al avanzar por la senda de los días. Tumba de cuero endurecido que nos crece entre las piernas, que deviene en lombriz con hambruna y arrastra el desplome, la negrura. A poco que se la deje.

4 comentarios:

GVG dijo...

Te sale la imaginanción desbordante cuando haces prosa poética como esta. Y de la mejor como ya te he dicho. Por cierto: ¿Este texto sería ficción, o no ficción poética, o ficción con un contenido de no ficción? Sería un texto con contendio social pero dentro de la ficción o de la literatura, pero como comente alguna vez, las clasificaciones cuando se utiliza muy bien el lenguaje no sirven para mucho. Sirven para poner barreras que acaban siendo revasadas de forma más violenta en ocasiones.

Un saludo

Juan Carlos dijo...

El luchador descreído. Seguiremos con las decepciones y las ilusiones, como no. Tienes muchos recursos, pero también emoción, para crear imágenes que agrietan el monitor. Por cierto, recordé con Jose y Gonzalo el pasado sábado aquel comentario tuyo sobre ir al teatro. Coincidió que estuve de vacaciones y creo que te contesté, pero tarde. Este año no he ido al "Madrid cultural" y alguna representación tiene que caer, eso espero. El verano se pasa sin sentir, pero para el festival de otoño...Hojearé la programación.

Fernando Díaz dijo...

Te tomo la palabra, Juan Carlos. Queda por escrito.

Un abrazo

Caque dijo...

Te pesa la vida, porque no entiendes nada, porque la implacable realidad se encarga de robarte todas las golosinas que creías tener en los bolsillos, y ahora te ves en medio de la feria, rodeado de carruseles estridentes, y rompes a llorar, entonando el desagradable canto que tan buen resultado te daba de niño, pues al poco rato de desgañitarte unas manos amorosas te atendían, pero ya no acuden a calmar el desespero de tu grito... ¿O sí?...